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l viejo Enrique era un pana venezolano, buena gente cien por ciento, pisaba ya los sesenta y cinco años y nunca había dejado de ponerse a “girar”. Se metía cualquier “mandanga”. Llevaba casi cuarenta años en Temukoland; compositor, músico, bailaba y también cantaba. Tocaba con la misma facilidad el Arpa, las maracas o el tambor. Nació en El Tacal-Cumaná y junto a los hermanos Guzmán Palomo había aprendido a tocar la música venezolana. Su juventud la vivió en Caracas, de ahí su hablar con acento del cerro. Pelo canoso con cola de caballo. Magallanero hasta la medula. Trabajaba en el Puerto de Temukoland. Era graduado en Administración y tenía varias maestrías en Gerencia Operativa de Mercadeo. Nunca tuvo hambre, amplio siempre alegre, siempre caribeño.
Vivía en un edificio muy cerca donde nosotros alquilábamos. No más enterarse que había gente latina y un par de venezolanos, hizo acto de presencia en una mañana de domingo, con una bandeja de ricas arepas rellenas con carne mechada, otro plato con caraotas, unas sabrosas tajadas fritas y su respectivo frasco de ají chirero, una experiencia inolvidable conocer al viejo Enrique, aquel día.
A pesar de su profesión lo considerábamos un viejo malandro, en el mejor sentido de la palabra, jodedor, siempre buena pinta, vestía juvenil y nunca dejó de cargar un cuatro en su estuche de terciopelo. Nunca dudó en poner una cajita de cervezas, y cuando alguien venía a su trabajo procedente del Caribe, siempre se apareció con un roncito añejo, claro de este bando siempre le hacíamos regalos muy preciados que provenían desde Marruecos o de esa que algún cultivador chileno cuidaba en los balcones de Karipitinsky.
Nos contaba Enrique que había viajado con la Orquesta Sin-fónica de Casanay por allá en 1965. De Venezuela con rumbo a Suiza, Holanda, Alemania, Escocia, Irlanda e Inglaterra. Fue en la región de los Whiskys donde tuvo ocasión de conocer a un trío latino que tocaban en los bares de Londres; Emmanuel Tellez (chileno, también dueño de Pinturas Andinas), Carlos Araneda –argentino- y a Marlon Pellegrino (venezolano). Enrique que cargaba su cuatro, compañero de parrandas, improvisó unas notas muy al estilo navi-deño, tan nuestras en las épocas de diciembre, lo cual dejó con la boca abierta a sus nacientes amigos, alguien envió una corrida de buena cerveza londinense y eso bastó para sellar una amistad que ha perdurado aún después de largos treinta y tantos años. Hace mucho tiempo que se les ocurrió crear un conjunto llamado “Sangre Latina“, nada comercial, solo para divertirse y tocar en fiestas familiares y de amigos, ahora se han sumado otros latinos de Panamá y Puerto Rico y Cuba, también un sueco con un saxofón, lo estudió en la Isla gran-de de las Antillas, así que parece uno de los nuestros.
Cuenta el Viejo Enrique que varias veces había tocado junto a Alí Primera, cantautor venezolano, que había vivido exiliado en Suecia, donde se dice tiene dos hijas, y lamentablemente ya no está para cantar a su Bravo Pueblo, pues sufrió un extraño accidente en un viaje de rutina entre Caracas y Valencia.
También había compartido con Los Soneros de Estocolmo, además con Los Bam Bam de Cuba; junto a Tito Puentes de Puerto Rico, pero su orgullo más grande , lo constituía el magno momento de haber tocado con su amigo caraqueño Oscar de León en un fes-tival de verano que se celebra en la capital sueca.
Se casó con una rubia escandinava y de esa relación nacieron tres hijos de piel canela.
Ya pronto el Viejo Enrique jubilará de sus labores, comenta con entusiasmo que se regresará a vivir sus últimos años en su hoy Bolivariana República de Venezuela, a descansar en ese su Mar Caribe, navegar en ese indomable Orinoco, pasear por los Médanos de Coro y no perder oportunidad de irse a Puerto Caripito cerca de Maturín, en el Estado Monagas, situado a orillas del Río Caripe y que desemboca en El San Juan, él mismo que conduce a Trinidad.
Comenta que su próxima pensión por concepto de jubilación será bien resuelta y por ello quiere irse a vivenciar muchos de sus anhelados sueños.
Su amigo de infancia, Juan Perffetti, cronista oficial de Caripito, le ha donado un par de hectáreas en su pueblo amado para que se construya un rancho a todo dar. Desde ahí piensa seguir haciendo composiciones con sus amigos David Martínez, Efraín Salas y David Eckar, para el cantante salsero Hildemaro y también para la Gran Orquesta venezolana que está triunfando lo mismo en El Caribe, Nueva York, Tokio y toda la Península Ibérica, dirigida por Jesús Villalba, nos referimos a Pelikanitos Banda Show.
Nos contaba Enrique que su rancho se llamará “Mandanga con Burrundanga” y en un cartel de bienvenida, dirá “Todos a girar”.
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