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atricio y Sergio, eran dos hermanos, venidos desde Ecuador, bue-na gente ambos, entre sí se llamaban familiarmente “ñaños” úni-cos hijos de un modesto matrimonio. Habían hipotecado un aparta-mento en Esmeralda, su ciudad natal, para hacer la compra de los pasajes y traer algo de dinero para el viaje, primero volaron hasta Es-paña, donde no necesitaron visado para el ingreso y desde ahí en vuelo charter a Temukoland. La operación de hipoteca había sido sin lugar a dudas el negocio más fatal de sus vidas, un diez por ciento mensual sobre un capital inicial de 3.000 dólares, los cuales al cabo de algunos meses se habían convertido en una deuda de casi 5.000 dólares, pues al no poder cancelar los primeros intereses moratorios, un sinvergüenza usurero, sumaba capital más intereses haciendo en cada mes vencido un nuevo monto, para así seguir elevando la suma.
Nos preocupaba como estos dos ecuatorianos se iban sumien-do en la desesperación, y las lágrimas no dejaban de cesar en esa constante agonía de no encontrar algún oficio, primero para sobre-vivir aquí y luego para amortizar la deuda contraída. “Cuando el po-bre lava, llueve”, dice el viejo Eduardo de la Urra, también le estaban pidiendo el cuarto donde vivían acá en Karipitinsky. Se arrimaron a nosotros, a pesar que ya éramos un grupo numeroso, la solidaridad no se hizo esperar, acomodamos un espacio y le dimos hospitalidad. De paso no dormían, pues por las noches salían a recoger botellas plásticas y latas de refrescos, a veces a duras penas lograban llenar un cargamento que no llegaba a las 100-120 coronas reales. Por lo menos para la leche, cereales y algunas bolitas de carne, la dieta básica.
Sergio nos contaba que se desempeñaba como mecánico en Esmeralda, allí se había iniciado en la compra-venta de vehículos usados, que luego de una reparación y una manito de pintura, eran vendidos al doble de su precio, arte éste que había aprendido de un comerciante sirio, venido de Aleppo, su viejo amigo Fouad Hadid le había dado algunas ideas de buen comerciante, de hecho él había em-pezado bien humilde cuando llegó al Ecuador, después de la Segunda Guerra Mundial, sin más equipaje que una escuálida maleta de made-ra. Pero se las había ingeniado para reparar calzado, luego vendía re-tazos de telas de pueblo en pueblo, hasta que llegó a tener una peque-ña tienda de Quincallerías. Ahora era un distribuidor nacional de Bi-cicletas y toda clase de repuestos del ramo ciclístico. Nunca había dejado de ser humilde y buen trabajador.
Por las tardes solíamos sentarnos a charlar y entre tantos co-mentarios salió a relucir el tema de los barcos que transitaban por el Mar Báltico y salían desde nuestro Puerto de Karipitinsky con rumbo a Estocolmo, Helsinky, Tallin, Leningrado y otros puertos tanto de Polonia como de Alemania. Estos comentarios abrieron los ojos de Sergio, más aún cuando le comentamos sobre la liberación de im-puestos que existía en alta mar para los cigarrillos, licores, perfumes y toda clase de chocolates, todas estas garantías para impulsar el tu-rismo en diferentes latitudes entre los vecinos escandinavos.
Entre todos logramos reunir la mínima cantidad de quinientas coronas reales y los entregamos a Sergio, para que se iniciara en es-tas actividades comerciales. De su primer viaje resultó maravillado, eso sí lamentó haber llevado tan poco dinero. Vendió su primer car-gamento y rápidamente se dedico en forma exclusiva, pues hacía hasta tres viajes en la semana. Las cervezas las comprábamos para tener en la oficina de Pinturas Andinas, para refrescarnos por las tar-des, después de esas duras tareas. Los cigarrillos los vendía en bares y discos.
Después nos traían perfumes para ir preparando los regalos cuando nos tocara el regreso a casa. Por lo menos les había cambiado la vida a estos ñaños, ahora sonreían y ya estaban pensando en amor-tizar parte de la deuda que habían adquirido en Esmeralda. Que a estas alturas había subido a 7.000 dólares y temían perder su precioso apartamento.
Trabajaban duro y parejo, cuando pensaban que habían encon-trado su mina de oro, un comprador de cigarros de origen ruso, al ver como crecían estos hermanos optó por denunciarlos ante las autori-dades, por su dedicación a la venta de productos en clubes noctur-nos. Fue así como detuvieron a Sergio y puesto a las órdenes de Mi-gración, en pocos días fue expulsado con una prohibición de entrada al país, por los siguientes cinco años.
Hoy Patricio está solo frente al negocio, a pesar que se saca la cresta trabajando, no rinde lo que su sabueso hermano. Pues debe ir a los barcos y luego distribuir su mercancía, esto lo deja sin energías. De todos modos no desmaya sigue en la faena, ahora se ha enamo-rado de Karima una joven de origen pakistaní, que también trabaja en los bares y discotk, pero vendiendo flores, se conocieron una noche en un SalsaClub, llamado El Torero Matador, donde su dueño, Sha-ram, de origen iraní, le permite vender sus flores. Ahí también traba-ja un barman de origen chileno, Danilo, buena gente con sus clientes y con una paciencia increíble de lidiar en la barra.
Karima lleva años residenciada en Temukoland y se ha cansa-do de la rutina de trabajar por las noches, le ha propuesto a Patricio trabajar de día, más ahora que ha nacido Benny, un bebecito que ya tiene cuatro meses, que necesita del cuidado por las noches. Juntos han levantado una pequeña floristería en las salidas de una Estación del Metro, a pesar que su ubicación no está muy céntrica, tienen la suerte que muy próximo al lugar hay una veintena de empresas y mu-cho personal femenino tiene su paso obligado en donde han instalado Floristería La Orquídea Negra.
Definitivamente Patricio se ha radicado en Temukoland. Las últimas noticias que ha recibido desde Ecuador, es la muerte del usu-rero, según, un incendio redujo a cenizas todo cuanto tenía y no ha-bía quedado indicio alguno de los fraudulentos documentos con los cuales había estafado a miles de personas que hipotecaron hasta el alma con un interés difícil de poder cancelar.
De todos modos ellos tenían su conciencia tranquila, habían logrado cancelar los 3.000 dólares y algunos intereses que nunca lle-garon a 800 más.
Ahora Patricio quiere incursionar con la venta de productos naturales desde la India, pues navegando en Internet ha conocido a una familia que tiene una importadora de estos productos y está abriendo mercados en el Norte de Europa. La Rueda Natural tiene to-do lo relacionado con la cultura vegetariana, productos para adelga-zar, yerbas y toda clase de té de los más variados aromas. Aceites, inciensos, velas, jabones, y una infinidad de obras que ayudan a des-pertar las ganas de vivir, alegrando el alma y el espíritu.
Con esta nueva actividad tienen pensado ayudar a Sergio para que pueda instalar su propio Taller Mecánico allá en Ecuador. Y de paso prometen nunca más pensar en hipotecar su apartamento y así dormir en Paz.
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