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ecuerdo que Simón Eleuterio Díaz, un huaso del sur chileno, usaba una cola de caballo y cuando soltaba su pelo junto a las rubias, éstas le hacían rueda, él no sabía bailar, lo que hacía era brincar. Pero era simpático y muy respetuoso como toda la gente penquista, sus padres habían sido apresados por pertenecer al Movi-miento de Izquierda Revolucionaria, cuando eran profesores de la Universidad de Concepción y han vivido por casi treinta años en Francia, en un exilio de por vida.
Simón Eleuterio, le gustaban que le mencionaran así, pues era el segundo nombre de su abuelo, a quien mucho admiró. No pasaba del metro setenta generalmente las barbies escandinavas eran más altas, pero tan delgadas como él. Símón nunca se fumó un petardo, eso era muy poco, cinco o siete, de ahí que lo habíamos re-bautizado con el sobrenombre griego de Simón Petardoupulos.
Anna-Lena había aprendido español durante una estadía en Granada, que tiempo atrás había conocido cuando realizó un viaje a la Alhambra que la dejó hipnotizada, a tal punto que se esforzó y aprendió el idioma, en solo tres meses, con una facilidad increíble. Tenía 38 años, era Gerente de una Comercializadora de Productos enlatados: Carne de Oso, Patos Silvestres y Alces. Ella lo secuestró esa noche y no logramos ver a Simón Eleuterio sino hasta la mañana del día lunes, no podía con su alma, amarillento, unas tremendas oje-ras, muy pálido pero con una sonrisa pícara de oreja a oreja. Nos mostró algo que sacó de su cartera. La rubia resultó ser un rubio que le gustaban los jóvenes latinos. Le había propuesto que no se pero-cupara mucho de trabajar. Conocía gente importante en Migración, además por supuesto conocía las leyes de su país, Temukoland, y sabía que los homosexuales podían unirse en parejas y ser recono-cidos para los efectos de quedarse, sin que fuera necesario hacer frontera, es decir, regresar a al país de origen mientras autorizaban la residencia.
Anna-Lena en realidad trabajaba como gerente, pero su nom-bre era Anders de aspecto angelical y delicado, usaba pelo largo, cui-daba muy bien sus manos, que ya no tenían uñas postizas. Nos contaba Simón, esa mañana que nos brindó el desayuno, que no pensaba seguir trabajando, así que se despidió de los jefes y se fue nuevamente a descansar cómodamente en su nuevo nido de amor, a esperar que por la tarde llegara su rubio.
De esa relación Simón Eleuterio, no sólo logró su residencia y ahora último su nacionalidad temukense. Anders le compró un apartamento en el centro Karipitinsky, donde ahora vive con Emilie Sophie su joven esposa y su pequeño Tobías, de algunos meses de edad.
Nos comenta que con Anders, sólo comparten una linda y sana amistad, pues él también ha encontrado nueva pareja. Un congresista temukense.
Ahora se ha instalado con un pequeño taller de relojería y joyería; ha conseguido un financiamiento para pequeños empresarios a través de los padres de su esposa. Que dicho sea de paso le han cedido un local en un Centro Comercial, llamado Pirámide Vikinga y es muy concurrido por turistas iberoamericanos. Y funciona bajo el nombre de Joyas Príncipe Andrés en honor a su mesiánico amigo.
Además está haciendo gestiones para traer a su hermana María Paz, que vive en San Fernando, cerca de Rancagua-Chile y trabaja con niños que padecen dislexia. Seguro que acá le resultará mejor. Algunos ya le estamos llamando cuñado, mientras llega la morenaza chilena. Pues siempre se siente orgulloso cuando nos habla de su familia, y en especial de esta belleza sureña, que además de sus dotes pedagógicas también se dedica a componer canciones, y por supuesto a rescatar su folklore nacional.
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