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laborar una lista con nombres de países y ciudades, pueblos, montañas y ríos, volcanes, islas o avenidas, parques, plazas o hermosos paisajes que guardo en mi mente, producto de haber cami-nado por el mundo en mi corta vida, bien sea por la suerte que a veces me ha atropellado, o porque es una conexión de “tránsito” para continuar mi tráfico aéreo; quizás para cambiar en alguna estación de trenes o bien para bajarme en alguna parada de buses, en algún puerto de los siete mares, o en el mejor de los casos, buscando una dirección de alguna conquista nocturna, que a veces suelen suceder a los enamorados y que dicho sea de paso, a veces nos dejan para siempre una imborrable cicatriz, no es fácil.
Por ello al revisar la inmensa lista, me he detenido en un punto en especial, pues con el solo hecho de nombrarlo, ya la adrenalina comienza a fluir por mi torrente sanguíneo y la mente me traiciona. Comienzo pues a caminar por las calles de Puerto Caripito, aquel pueblo que ha esperado por muchas décadas su explotación fluvial como única alternativa real de crecimiento.
Múltiples han sido los esfuerzos por este proyecto, por llevar a puerto seguro este navío de la esperanza, pues los estudiosos han de-mostrado la factibilidad de generar una empresa de capital impor-tancia para el desarrollo sostenido de ese pueblo oriental.
Eloy Brito, por ejemplo, por citar a uno de los más fervientes; también Numa Rojas , Moisés Pérez Peña, Israel Pérez, entre otros. Pero este ingeniero, trabajador a tiempo completo y a destiempo, co-nocedor de la historia no solo del Caripito petrolero, sino además de su geografía fluvial, no desmaya en su constante lucha por ver defi-nitivamente el crecimiento de su terruño amado a través del navegable Río San Juan: no sólo permite una salida a las costas de Trinidad, sino, como se ha dicho en innumerables oportunidades, una ventana al Caribe y al mundo. No obstante, reina el silencio y los clamores llegan a oídos sordos, no queriendo visionar toda la infraestructura que generaría ese importante polo de desarrollo, para Caripito, para Monagas y por supuesto para la nación toda.
Karipitinsky, etimológicamente nace de un vocablo del oriente venezolano, Caripito, de tradición netamente religiosa, para muestra y orgullo, un botón, la Semana Santa Cultural-Artística-Religiosa, fundado a orillas del Río Caripe, por allá en 1900, cuando se crea el Municipio Bolívar y el boom petrolero estaba en pleno auge, para dar lugar posteriormente a la creación de la Refinería en el Sector La Sa-bana, hoy abandonada, bajo un montón de fuselajes oxidados, quizás enfermando a sus vecinos de algún mal cancerígeno producto de los desechos tóxicos que estos metales dejan en el ambiente de los poblados sectores de La Avenida Madariaga, Bello Monte, Las Colinas y las inmediaciones de la única casa de estudios técnico-universita-rios, IUTC, en lo que antaño fue el Consejo Municipal.
Hablar de la extracción del preciado tesoro del subsuelo vene-zolano, invita a la reflexión profunda, a preguntar por qué tanta mise-ria.
Incógnita.
Es así como gringos y trinitarios, margariteños y sucrenses de la región de Paria, escuchando los comentarios de la bonanza, apues-tan a mudarse y así radicarse para fundar los diferentes caseríos, luego vendría el puente que une El Rincón con el Bajo. De hecho, Frank Velásquez, director de la Casa de la Cultura, hace años, permitió hacer una exposición fotográfica para conocer ese Caripito, con canchas de golf, clubes para el sano compartir de las familias, sin basuras ni barracas y muchos menos niños mendigando.
Por ello, existen en el pueblo una diversidad de apellidos in-gleses y nombres, sabrá Dios, de viejos antepasados pero hoy distor-sionados en su escribir que aún perduran y son agradables a nuestros oídos, y se siguen transmitiendo de generación en generación en sectores como La Manga, Los Mangos o Los Cerritos, por citar solo tres. No olvidando a mis queridos viejos Víctor y Magdalena Flandinette, con su Club Social Marino “El Ranchito “, donde formaron un imperio de hombres y mujeres trabajadores. Hoy en día, en familia, los nietos siguen la tradición de hablar inglés. Todos los nietos han nacido en Caripito, con la sola excepción de Víctor Andrés Singh, mi ahijado trinitario.
Para todos los mencionados en las páginas dedicadas a ese pueblo bendito de mis memorias, quisiera hacerles llegar un triple abrazo sincero, fraterno y solidario, utilizando un término que ha perdurado en mi mente cuando Cirilo González confiesa a mis hijos, reiterando en decir a la gente que ama. Que la ama.
Karipitinsky es un reconocimiento muy personal en el mundo, para cada uno de mis hijos; pero hoy también me hace mucha ilusión una dedicación especial, a la sangre de mi sangre, Eduardo Rafael, mi primer nieto. A cada uno de los amigos que menciono en mi escrito, mi estima personal. Para aquellos que olvidé, fue sólo por hoy. Continuaré esforzándome por hacer una segunda edición más amplia.
No sería justo de mi parte olvidarme de gente linda que compartió parte de los caminos que anduve en la tierra de Caripito, algu-nos por ese fervor grande de compartir el deporte, el respeto, el cariño y nuestras familias, otros por haber compartido un trabajo y haber recibido un cúmulo inmenso de enseñanzas que más tarde me llevarían a ocupar un alto cargo en una institución bancaria y recorrer todo el oriente del país, para seguir amando a Venezuela, pero nunca olvidando mi raíz, según enseñanzas de Isidro Rojas, quién creyó en mí cuando me recomendó al Banco, no sín antes dejar un mensaje: “Nunca se olvide de dónde viene”.
Otras personas, que se convirtieron en mis madres adoptivas, me ayudaron a cargar la cruz de estar lejos del seno familiar y siem-pre me brindaron amor y bendiciones, tal es el caso de Lourdes Milano, Graciela Martínez, Cruz Quijada y Elia Rodríguez.
A mis hermanos, de la Respetable Logia Fraternidad Humana 98-A que hoy han partido al Oriente Eterno, siempre habrá gratísi-mos recuerdos por mi aceptación en sus filas, y a pesar que a veces el velo de la ignorancia cubrió mi corazón y no me permitió ver la Luz en toda su inmensidad, no me dieron la espalda, sino que me siguie-ron aceptando. Gracias por las herramientas y conocimientos entre-gados en su debido momento. Para quienes no están, siempre hay un lugar en mi corazón.
In memoriam
Lenin Calixto y Luis Bladimir Martínez Marcano (mis herma-nos), Alcides “Chiguana” Sánchez, Nelson Rojas, Lina Mercedes González, Luis Salazar Vallera, Librada Margarita de Alcalá, Aura de Gordonez, Pedro Luis López, Jesús “Bombona” Cedeño.
QQ:. HH:. Pedro Ramos, Héctor Martínez, Andrés Brazón, Nicolás Ávila, Plinio Guerra, Eneas Marín, Mariano La Rosa, Anibal Morao, Cruz Caraballo, José “Cheon” Fernández.
A todos, paz a sus restos.
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