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uando decidí adoptar el seudónimo de Lautaro Silva-Neus, hecho por demás histórico en mi entonces corta vida, fue cuando apareció en un periódico de circulación nacional en Venezuela “El Diario de Caracas”, en fecha 07.06.88, un gran artículo a doble página central titulado “Chile continúa siendo una verdadera Isla de la Paz”, firmado por el embajador fascista Nicolás Novoa G. De inmediato hice un enérgico repudio escribiendo un artículo al director de la prensa capitalina y otro similar a la prensa regional El Sol de Maturín, siendo su director Beltrán Trujillo Centeno, diligente amigo, que me tendió su solidaria ayuda, pues al explicarle las razones que me llevaban a utilizar el naciente seudónimo, no puso reparo alguno, sino que se limitó a felicitarme por mi decisión. En hora buena.
Desmentía de esta manera al diplomático escribiendo Carta de un Araucano, víctima de Pinochet .
De hecho no podía utilizar mi nombre oficial, toda vez que tenía a mi hermano menor detenido y que a diario era torturado en las cárceles chilenas, porque le habían encontrado en sus manos una revista del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, pues lo acusaban de pertenecer a un comando de peligrosos extremistas, experto en explosivos y dirigente de las juventudes comunistas; a sus veintidós años ya había aprendido cómo se torturaba y silenciaba en Chile.
Decidí utilizar el apellido materno en honor a mi madre, des-cendiente del bravo pueblo araucano.
Lautaro Baldomero Silva-Neus, nació en una noche de luna en Venezuela, con el cariño grande de una joven esposa, y mí hija de inocentes cuatro añitos. Ellas fueron sin lugar a dudas el paño de lágrimas por todo cuanto sufría, frente a las barbaries cometidas por la bota asquerosa que oprimía a mi gente chilena.
Hoy continúo usando mi seudónimo, para elogiar a mi gente araucana, porque aún en tiempos de “democracia” y “transición” se sigue abusando con mi raza, siguen pisoteando sus derechos, siguen encarcelando a sus dirigentes, siguen atropellando a sus mujeres, a sus hijos, siguen exterminando su idiosincrasia y costumbres, siguen explotando su medio ambiente, pero no saben los abusadores que, con estos actos, siguen alimentando en los araucanos su amor por ese inmortal Libertador de Arauco, Lautaro, descrito por Alonso de Ercilla y Zúñiga, en su epopeya La Araucana, como un guerrero genial.
Para cada uno de mis hermanos araucanos que hoy están detenidos y privados de su libertad, por la “in” justicia chilena acusados y encarcelados por defender sus derechos ante los neo colonizadores de las transnacionales que les arrebatan sus territorios, vaya este ho-menaje desde algún lugar del mundo, pues siempre existirá el país en cada corazón de araucano que pisa la faz de la tierra. Sea Temukoland el más humilde regalo, en honor a sus justas luchas, en honor a sus esperanzas, en honor a sus antepasados, en una palabra, en honor a su Libertad.
El autor.
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