PRÓLOGO
“S |
ueños en el Mar Báltico”, sin lugar a dudas, una más de las tantas añoranzas personales de nuestro común amigo escritor autodidacta. Quizás deberíamos decir el CHILENO más VENEZO-LANO que hemos conocido, pues nos ha tocado compartir sus penas y alegrías, sus sinsabores y sus caídas; pero sobretodo sus ganas de luchar, su constancia y tenacidad para seguir adelante, pues muy a pesar de los fracasos, continúa encomendándose a su Gran Arquitecto del Universo, para así superar obstáculos, vicisitudes y percances que la diaria vida le prepara en su peregrinar. Por ello se deleita con darnos nombres de múltiples lugares que ha visitado.
Al adentrarnos en sus páginas nos va dejando de manifiesto ese eterno amor por su brava raza araucana, en esa niñez socialista que le marcaría para siempre el presidente mártir, Dr. Salvador Allende Gossens, cuando pretendía ser un modelo a seguir por las demás naciones latinoamericanas a principios de la década de los setenta. Por ello hoy se siente ganador de haber mantenido una sola línea de la mano de sus amigos de siempre en la Venezuela actual, Nelson y Toño Nuñez, Numa Rojas, Cirilo González, José A. Mussa, Jorge Tovar, Moisés Morón, Manuel Villalba, Euribes Guevara, en-tre otros muchos amigos de la tolda revolucionaria, sin dejar de nom-brar al artista plástico y pintor Efraín “Chaim” Villarroel y al Dr. Fernando Henríquez, persona que lo guió para seguir estas actividades literarias, primero como columnista de opinión en la prensa re-gional de Monagas, léase, El Sol de Maturín con Beltrán Trujillo a la cabeza; en El Diario de Monagas, de Noel Grisanti Luciani, y la que ha considerado su casa de siempre, El Oriental de Maturín, en principio con el Sr. Ilach Petersson, y ahora último con la Lic. Estrella Velandia.
Más tarde, Roxana Ordóñez le daría la posibilidad de hacerlo en Cartas del Lector, en la Revista Bohemia de Caracas y luego par-ticiparía en “Koe-yú” Latinoamericano, una Revista Mensual que editaba en el Distrito Federal un grupo paraguayo, en Plaza Miranda de la capital venezolana, liderado por el más tarde candidato a la presidencia de su país, Yoel Atilio Cazal.
Cada uno de sus hijos, se ha encargado de sembrar los surcos en su rostro; su blanca y abundante cabellera indica el paso del tiempo, pero lo que más sobresale es saber que en sus poros, en toda su epidermis y en su torrente sanguíneo, crece a diario su amor infinito por una patria chica, su Puerto Caripito. A diario sigue el acontecer local a través de la edición digital de la Verdad Impresa. Pero hoy en día tiene otra poderosísima razón para creer en el crecimiento de la comunidad de Caripito. Nos referimos a la sangre de su sangre, Eduardo Rafael, su primer nieto, y lo destaca con orgullo al ver germinar a la semilla fértil de su semilla fecunda.
Joseíto marca un punto de partida en ese reencuentro con el hijo, que junto a Nilsa Marín procrearon en tiempos de adolescencia. Sin saberlo, ya tenía en su quehacer juvenil un retoño. Tarde, la historia se encargó de decirlo; pero nunca fue tarde para entregar lo mejor de sí, para su amado y único hijo varón.
Puerto Caripito reviste una importancia singular en estos “sueños”. Aún cuando han sido escritos en el norte escandinavo del viejo continente, nos invita a un paseo por sus caseríos y así nos menciona una cantidad de nombres que, a pesar de los años, perduran en su memoria, haciendo de esta manera un reconocimiento y por ende de-jando constancia de infinitos agradecimientos, para sus muchos bue-nos amigos. También nos deleita llevándonos a conocer ciudades del mundo y de esta su Amerindia, su América morena, pobre y sufrida.
En cada lugar que pisa deja sembrada la semilla de la amistad incondicional, en eso Lautaro es un genio. Las relaciones humanas y públicas son su mejor carta de presentación.
Lautaro es amigo de los hombres cuando éstos son virtuosos, amante de sus patrias, la bolivariana y la araucana; respetuoso de las leyes del país donde le toque residir, es una máxima personal, aprendida de una milenaria institución, conformada por hombres libres y de buenas costumbres, que trabaja bajo preceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Su gracia literaria nos lleva a viajar en el tiempo y en el espacio, dejando siempre presente su mirada objetiva creando dos nombres: en honor del gentilicio caripiteño “Karipitinsky”, capital de “Temukoland”, un país, ubicado no sólo en el Mar Báltico, sino también en cada corazón de los miles de araucanos diseminados en la faz de la tierra.
Hablar de Temukoland, resulta también para Lautaro, viajar a su adolescencia chilena, para recordar dos épocas doradas, su primer gran amor, y quizás el único, María A. Cáceres. Y el cariño por sus regalonas de siempre, Daniela del Pilar y Fabiola Silva, sus primas.
Lautaro nos regala desde su actual sitio de residencia, en la zona escandinava, un aporte que, sin lugar a dudas, muestra su visión personal sobre un tema tan importante como lo es la migración de ciudadanos que, buscando nuevos rumbos, se embarcan en un mundo de dificultades, lejos del hogar materno y de la patria que les vio nacer. La migración hoy en día no sólo es del campo a la ciudad, sino continental, cruzando mares.
En hora buena, nos ha dedicado parte de su precioso tiempo. Les invito a deleitarnos con “Sueños… en el Mar Báltico “.
José Gregorio Moreno
Caripe – Tucupita - Venezuela
Felicitaciones por el bautizo de su libro, un temática que mueve hasta los tuétanos a todos los hombres de buena voluntad . Un denuncia sobre el abuso y la explotación con el que son tratados los trabajdores.
ResponderEliminarUn abrazo
Agmary Feder